Suelo escribir estas notas después de la cena. Cada cena, por cierto, es la última cena, por lo menos hasta el día siguiente. Soy uno de los millones de solitarios que desayuna, come, cena y duerme solo casi todos los días. Hay algo de castigo en eso. No me extraña que la palabra "resistencia" esté de moda. Resistencia como manual o incluso como estilo de cocina. Pandémicos o no, nuestra pequeña sociedad planetaria lleva un camino de rosas. Pero nos vamos arreglando, como se arreglan en el Congo o en cualquier otro país en el que la vida de un pobre vale menos que... (convoco a la imaginación para que me proporcione ese algo minúsculo que vale más que la vida de un pobre). No he visto el horror de Gaza o del Congo o de un poblado de chabolas sabe dios dónde; no he vivido en Colombia, ni en México. Poco conozco y conozco demasiado. Hay algo, además de la estupidez (la mía incluida desde luego), para lo que no parece existir límites.
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