Evocando a los clásicos

En alguna parte de las cartas a su amigo Ático (qué lecturas ya tan lejanas de mi juventud) dice Cicerón que no se le ocurre nada que escribirle y que eso es, precisamente, lo que le escribe. Ahora recuerdo algunos de los autores antiguos que leí hace veinte años: Platón, Aristóteles, Séneca, Cicerón, Luciano, Elio Arístides (que escribió un diario de sus sueños con fines terapéuticos), Lucano, Catulo, Eusebio de Cesarea, Marco Aurelio, Epicteto, fragmentos de los estoicos griegos -Cleantes, Crisipo (que murió de risa viendo a un burro comer no recuerdo qué)-, Diógenes Laercio, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, San Agustín, San Jerónimo, Orígenes, Jámblico (que escribió una vida de Pitágoras), los presocráticos, Teofrasto, Virgilio, Horacio, Lucrecio, Porfirio, Plotino, Quinto Curcio (que escribió una vida de Alejandro Magno), Ovidio, Suetonio, Tácito, Tertuliano, San Justino, Plutarco, Ireneo de Lyon (para conocer a los gnósticos), Julio César, Calímaco, Juvenal, Hesíodo, Demóstenes, la Antología Palatina, algo de Tito Livio, Homero, Clemente de Alejandría, Jenófanes, los líricos arcaicos griegos, Heródoto, Tucídides, Teócrito, Polibio, Plauto, Terencio, Salustio, Petronio, Apuleyo, Boecio, los dos Plinios, Persio, Amiano Marcelino, Juliano el Apóstata, Símaco... me paro.
     Y también leí a aquellos que a lo largo de los siglos volvieron sobre ellos: Erasmo, Montaigne, Gibbon, Hume, Goethe, Schiller, Nietzsche, Schopenhauer, Shakespeare, San Isidoro, Fray Antonio de Guevara, Quevedo, Gracián, Cervantes, Dante, Petrarca, Pascal, Byron, Keats, algo de Rabelais, Voltaire... qué sé yo.
     Lista exhaustiva y tediosa. Pero a mí me gustan las listas, como a Umberto Eco. Con qué pasión los devoré, con qué frenesí llené de notas esas páginas. Cuando un pasaje me gustaba especialmente ponía al margen este signo (!). En general, los paganos tienen gracia; los Padres de la Iglesia me parecen antipáticos. Si algo hice en esta vida de lo que pueda estar orgulloso es de haber pasado tantas horas en compañía de estas sombras que son lo mejor que ha dado nuestra triste y cruel especie. Siempre me encontré más a gusto entre ellos que entre mis contemporáneos. Reparo en que, excepto Safo, no hay ninguna mujer. En fin, aspiro, modestamente, a no morirme imbécil. Quizá ellos me ayuden.

2 comentarios:

  1. Ayer pusieron esa peli, El nombre de la rosa, por la tele. El momento más emocionante es cuando entran en la biblioteca se asombran de cada libro que descubren. Cuando Guillermo cae por aquel agujero, lo que le grita a Adso es "salva los libros".

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    1. Vi esa película tantas veces que me sabía de memoria los diálogos: "Adso, para conocer la naturaleza, debemos aprender a obedecerla" Gran película. Ahora, por cierto, recuerdo qué hizo -literalmente- morir de risa a Crisipo: vió a un burro comiendo higos.

      Un saludo

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