Sofía Kovalevskaya (1850-1891) fue una matemática rusa, la primera mujer en conseguir un puesto de profesora en la universidad. Nació niña, cierto, pero en el seno de una familia culta entre cuyas amistades se encontraba un tal Dostoievski. En Rusia encontró dificultades insalvables para desarrollar su talento: el remedio fue emigrar. Viajó por Europa, estudió en la erudita Alemania, recibió clases particulares del matemático berlinés Karl Weierstrass, ya que no podía asistir a las clases. Hay que decir que Weierstrass se portó muy bien con ella, reconoció su talento y la ayudó en lo que pudo. Así lo dice la historia. Kovalevskaya tuvo una vida corta, murió a los 41 años. (Tendría que escribirse una historia de vidas truncadas, pero sería interminable. ¡Qué pocos individuos se realizan!). Su matrimonio no parece que fuera feliz, su marido, Vladimir Kovalevski, paleontólogo, traductor de Darwin al ruso, se suicidó en Moscú, separado de su mujer y la hija que tenían en común. August Strindberg, el dramaturgo sueco, conocido por su misoginia, escribió ante la noticia del nombramiento de Kovalevskaya como profesora de la universidad de Estocolmo, en 1884: "que una mujer sea profesora de matemáticas es algo perjudicial y desagradable, incluso podría decirse que es una monstruosidad. La invitación de esta mujer a Suecia, que tiene profesores de sobra que la superan con mucho en conocimientos, sólo se puede explicar por la amabilidad de los suecos hacia el género femenino". Uno de estos amables suecos, el más amable, gracias al cual Kovalevskaya logró el puesto docente, fue el matemático Gösta Mittag-Leffler. Nada más pisar suelo sueco Sofía Kovalevskaya -que debía de tener una voluntad de hierro- se dedicó a estudiar a fondo el sueco, idioma que consiguió dominar, hasta poder hablarlo y escribirlo perfectamente, en menos de un año. En el siglo XIX el latín ya no era la lengua de los sabios. El sueño de esta mujer era dar clases en París, pero no lo vió realizado. Llegó a Estocolmo y allí se murió de neumonía (de vuelta de unas vacaciones en Niza) como el valetudinario Descartes. Ella murió un 10 de febrero; Descartes un 11 de febrero. ¡Cuidado con Estocolmo, que es una trampa para sabios! Ciertamente, Kovalevskaya era rusa, y los rusos entienden bastante de frío.
Como habrá advertido el avisado lector, el título de esta entrada es un guiño a Chateaubriand.
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