El rostro de los muertos

... de lo que puede concluirse que el cese total de los procesos vitales debe de ser un maravilloso alivio para la fuerza motora (la que nos mantiene vivos), quizá esto explique la expresión de dulce serenidad que tienen los rostros de la mayoría de los muertos. El instante de la muerte, por encima de todo, es semejante al despertar de un sueño pesado y lleno de pesadillas.  
       Esto dice Schopenhauer en su capítulo "Sobre la muerte" de El mundo como Voluntad y Representación.  
      Así describe Tólstoi a un difunto: Iván Illich yace en el ataúd después de padecer una dolorosa agonía: 
      El muerto yacía, como siempre yacen los muertos, de manera especialmente grávida, con los miembros rígidos hundidos en los blandos cojines del ataúd y con la cabeza sumida para siempre en la almohada. Al igual que suele ocurrir con los muertos, abultaba su frente, amarilla como la cera y con rodales calvos en las sienes hundidas, y sobresalía su nariz como si hiciera presión sobre el labio superior. Había cambiado mucho y enflaquecido aún más desde la última vez que Pyotr Ivanovích lo había visto; pero, como sucede con todos los muertos, su rostro era más hermoso y, sobre todo, más expresivo de lo que había sido en vida. La expresión de ese rostro quería decir que lo que había que hacer quedaba hecho y bien hecho. Además, ese semblante expresaba un reproche y una advertencia para los vivos. 
         El rostro de los muertos presenta una solemnidad que jamás se alcanza en vida. Y se tiene, efectivamente, la impresión de que lo que había que hacerse queda hecho y bien hecho, como dice magistralmente Tólstoi. Vista con esta objetividad la muerte resulta un perfeccionamiento. Perfecto es lo acabado, lo que cumple su designio. Aunque a veces la muerte llegue antes de tiempo y entonces, maldita la gracia. No se dan cuenta de lo que deshacen, decía Ángel González.

No hay comentarios:

Publicar un comentario