Si alguno de los poetas de nuestros días siente la tentación de quejarse de su suerte, creo que el mejor remedio es que piense en el destino de los poetas rusos.
Pushkin cantó en El jinete de bronce la historia del pobre Eugenio. Eugenio pierde a su amada en una tempestad furiosa que inunda San Petersburgo y se vuelve loco: "a su cadáver frío, por caridad le dieron sepultura", termina su poema. Pushkin, que era un genio absoluto, murió en un duelo provocado por la envidia. Lérmontov, algo más joven, murió en otro duelo absurdo a los 26 años. De Alexander Blok dice el crítico Marc Slonim: "Durante los tormentosos días de la revolución de 1905 y de la reacción política que le siguió, despertó a un mundo odioso de dolor, sufrimiento e injusticia. En lugar de la Hermosa Dama, encontró prostitutas; en lugar de castillos de hadas, se encontró a sí mismo en las calles de la ciudad, frente a fábricas y cuarteles. Los sueños idealistas se quebraron ante la vulgaridad de la vida. Expresó su desesperación en punzantes y amargas baladas. La vida se le presentó como un espectáculo de títeres, como un insustancial juego de niños, y escribió acerca de la falta de armonía, de cuerpos viles, de corazones sin sangre" Y más adelante: "Enfrentado a explosiones de violencia y de odio, a la guerra civil y al terror gubernamental y, sobre todo, a la falta de libertad artística, se marchitó como una planta rara, cayó enfermo, sufrió accesos de depresión mental y murió destrozado en 1921". Tenía 40 años. Osip Mandelstam desapareció en un campo de prisioneros, cerca de Vladivostok, probablemente loco.
Para qué seguir: Esenin y Mayakovski se quitaron la vida, igual de Marina Tsvetaeva. Los poetas rusos ofrecen numerosos ejemplos de un trágico destino, algo que, por otra parte, compartieron con innumerables, millones de compatriotas que no nacieron con el don de la lira.
Todo gran poeta tiene alcance universal. Llega un momento en que los sueños juveniles se destrozan y sólo queda, esfumado el amor, la realidad de un mundo frío, despiadado; la soledad y la muerte. Así lo dijo Hölderlin con toda su amargura:
Das Angenehme dieser Welt hab' ich genossen,
Die Jugendstunden sind, wie lang! wie lang! verflossen
April und Mai und Julius sind ferne,
Ich bin nichts mehr, ich lebe nicht mehr gerne!
Disfruté lo agradable de este mundo,
Las horas juveniles pasaron hace tiempo,
Abril y Mayo y Julio quedan lejos,
He dejado de ser, ya no vivo con gusto.
Sí, ciertamente, no hay persona tan desgraciada que no haya reído alguna vez.