Mondoñedo

Como a todo inadaptado a su época me gusta la intrahistoria. Me gustan los pueblos apartados, los lugares dejados de la mano de Dios (pero que tengan wifi). Pocos sitios más desolados, más propicios a la melancolía, que Mondoñedo. Ese pueblo fantasmal de la provincia de Lugo del que fue obispo fray Antonio de Guevara. Alojarse una noche en la hospedería del seminario de Santa Catalina es hacer un viaje en el tiempo. Sólo se puede ser feliz recordando el pasado o esperanzado en el futuro (los políticos miran siempre al porvenir con intención de capturar votos). El presente siempre es insatisfactorio: son muy raros los momentos en que existe una armonía entre el mundo y nosotros, pero el sentimiento de que esa felicidad es fugitiva sirve para enturbiarla. El seminario de Santa Catalina estuvo activo entre 1583 y 2013 (año en que cerró definitivamente). 430 años de historia en los que nunca se había interrumpido la actividad docente. Dentro de esos sólidos muros de granito pueden oírse las voces de tantas generaciones de chicos desaparecidos hace siglos, las paredes murmuran declinaciones latinas: esas aulas desoladas estaban llenas de muchachos que empezaban la vida. Ahora no hay más que soledad, silencio y abandono. Largos pasillos desiertos. Muy ingenuo habría de ser uno para no sospechar que en ese seminario sucedieron cosas desagradables y sórdidas, algunas horribles: abusos sexuales, palizas, algún suicidio. Siempre los fuertes abusando de los débiles. Un periodista francés comentando la novela "El nombre de la rosa" decía que esa abadía del recóndito norte de Italia era un lugar "perverso" porque en ella no se dedicaban solamente a la conservación del saber ni a estudiar a Aristóteles ya que también sucedían asesinatos, sodomía, suicidios, venenos, inquisición, codicia sin límites. Umberto Eco le contestó: "a propósito de lugares perversos, ¿conoce algún otro lugar aparte de esa abadía que no sea igual de perverso?" Un tipo muy listo Umberto Eco. 
       El seminario de Santa Catalina de Mondoñedo, que parece un manicomio, me recordó a la abadía a la que llegó fray Guillermo de Baskerville. Las paredes del claustro están decoradas con los retratos de los papas del siglo XX: desde León XIII hasta el actual papa Francisco. Miro la cronología y busco los papas que estaban sentados en el solio pontificio cuando las dos guerras mundiales, los que estaban a la cabeza de la Iglesia cuando Lenin organizó la revolución rusa, Stalin barrió a sus enemigos y Himmler organizó los campos de exterminio: son Benedicto XV y Pio XII. Semillero de clérigos que bendecían los ejércitos de Franco en la cruzada contra el comunismo.  Todo, pues, "humano, demasiado humano" que decía Nietzsche.
      Si de verdad hubiera una providencia divina en la Historia, como sostiene la Iglesia, esas catástrofes no hubieran sucedido. Sea como sea a mí me tocó pasar allí la noche del viernes santo. Para mí fue una noche como otra cualquiera. Lástima que en nuestra época no se estudie latín y que no haya un triste lugar propicio al estudio y la meditación. Lástima que todos sepamos quién es un futbolista imbécil y arrogante, experto en patadas, pero nadie conozca, digamos, a Lucrecio (aquel poeta latino enemigo mortal de todas las religiones). De manera que mis sentimientos frente a ese lúgubre lugar son "ambivalentes", por decirlo como Freud, que fue otro sabio crítico con la religión a la que consideraba una "ilusión"

4 comentarios:

  1. De Mondoñedo decía uno de sus hijos más ilustres, Álvaro Cunqueiro, que "Mondoñedo es la melancolía y el silencio. […] Ahora tengo en los ojos toda la melancolía y en el oído todo el silencio de Mondoñedo. Sobre todo, el silencio, gozoso y casi táctil, en el que mansamente decantan las horas[…] el silencio es un producto de la cultura, como la soledad. Yo reputo a Mondoñedo, como una escuela de silencio, tan ilustre como Verona".

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    1. Cunqueiro: un mindoniense de pro. Los vecinos de Mondoñedo tienen el gentilicio más encopetado.
      Gracias por la cita. Gran escritor y un sabio, don Álvaro (sin la fuerza del sino).

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  2. Gran entrada. Tus letras destilan gusto por la historia sin desdeñarla por trágicos episodios religiosos

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    1. Aquí lo que dice George Borrow en "La Biblia en España" sobre Mondoñedo, hacia 1838: "Och, qué ciudad, ¡Mondoñedo!, llena de canónigos, de curas, de pfaffen, más carlistas todos que el propio don Carlos".

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