Nuestras vidas son los ríos

Primero la barca está quieta en un lago silencioso. Poco a poco comienza a notarse un ligero movimiento: el lago era, en realidad, un río. La barca navega apaciblemente por la corriente suave, uno podría mirar con calma el paisaje y las orillas. Es un hermoso paisaje. Pero la barca empieza a desplazarse más deprisa, la corriente es un poco más fuerte. Aparecen las primeras turbulencias, la barca se mece. La atención se desvía de la contemplación del paisaje al gobierno de la nave. Ahora la barca no navega, es la corriente la que la arrastra. Es cada vez más difícil mantener el equilibrio en la cubierta, hay que agarrarse. Por primera vez se oye un rumor en la dirección de la corriente, un ruido desconocido y tenebroso. Ahora la corriente es muy fuerte, la barca se zarandea, golpea las olas, las olas la golpean. El lejano rumor es ya un estruendo creciente que se hace ensordecedor. No hay vuelta atrás (nunca la hubo, eso lo sabemos ahora). Y llega el momento en que se comprende todo: la barca se precipita hacia las cataratas, hacia el abismo.  

Aniversario

[1] Se cuenta que Escipión, al ver la ciudad totalmente aniquilada y sumida en una absoluta destrucción, lloró y que eran sus enemigos el objeto de su llanto. [2] Había llegado a ser plenamente consciente y había comprendido en su fuero interno que de forma inevitable la divinidad hace sucumbir ciudades, pueblos y todos los estados del mismo modo que lo hace con los hombres. Eso le sucedió a Ilion, la que una vez fue una ciudad feliz, y eso le sucedió a los una vez enormes imperios de asirios, de medos y de persas, y, sobre todo, al que había brillado en tiempos más recientes, el imperio de los macedonios. Ya fuera de forma deliberada, ya fuera porque se le escaparan, se dice que recitó estos versos:
 
   Llegará un día en que perezca la sagrada Ilion,
   y Príamo y el pueblo de Príamo, el diestro lancero.
 
Polibio le preguntó abiertamente, [3] porque había sido su maestro, qué quería decir con esas palabras. Dicen que no se guardó de mencionar claramente a su patria y de expresar su temor por ella al contemplar en aquellos momentos el destino de las cosas humanas. Estas palabras Polibio mismo las escribe como las oyó.
 
 Polibio, Historias, XXXVIII 22.1                                                     Traducción de Emilio Díaz Rolando
                                                  
Recordé hoy este pasaje y lo anoto aquí. Hoy se cumplen cinco años. Hoy hace cinco años que ella no está. 

Un poema de Vicente García

Vicente García (Gijón, 1971) acaba de publicar un nuevo libro de poemas titulado "Años otoñales". El poema que sigue pertenece a este libro:

SINOS

Luis Cernuda perseguía las sombras de sus sueños,
que para él eran la verdad de la vida.
Baroja imaginaba un amor imposible, aprendiendo
a decirles adiós a las muchachas.
Eliot y Tólstoi vivieron pesadillas conyugales.
Antonio Machado fue caminando a solas por los campos
de su alma, triste y pensativo.
Álvaro de Campos fue siempre el que quería que
le abriesen la puerta ante paredes sin puertas.
De todos ellos has aprendido a escribir, y a vivir en lo escrito.
Que los hados te otorguen una suerte mejor.

Aprendemos juntos a comer mierda

Una sección del diario digital "El País" es publicidad descarada de un importante banco español. El periodismo está comprado, no es nada nuevo. La propaganda no es directa, se encubre con una sutil estrategia comercial. A este banco debe de importarte mucho la educación de los ciudadanos pues con el lema cursi de "aprendemos juntos" (prefiero ser autodidacta, dejadme en paz) dedica su espacio publicitario a difundir videos donde supuestos expertos en pedagogía, educación, psicología y demás sabidurías del momento pretenden mejorarnos la vida. Estos expertos se creen investidos de una autoridad mágica, sermonean sin el menor sentido del ridículo. Todo lo que dicen (su verborrea es insoportable) no vale nada, absolutamente nada, desde el mismo momento en que se ponen al servicio de un banco. Están haciendo teatro y lo saben.

Mondoñedo

Como a todo inadaptado a su época me gusta la intrahistoria. Me gustan los pueblos apartados, los lugares dejados de la mano de Dios (pero que tengan wifi). Pocos sitios más desolados, más propicios a la melancolía, que Mondoñedo. Ese pueblo fantasmal de la provincia de Lugo del que fue obispo fray Antonio de Guevara. Alojarse una noche en la hospedería del seminario de Santa Catalina es hacer un viaje en el tiempo. Sólo se puede ser feliz recordando el pasado o esperanzado en el futuro (los políticos miran siempre al porvenir con intención de capturar votos). El presente siempre es insatisfactorio: son muy raros los momentos en que existe una armonía entre el mundo y nosotros, pero el sentimiento de que esa felicidad es fugitiva sirve para enturbiarla. El seminario de Santa Catalina estuvo activo entre 1583 y 2013 (año en que cerró definitivamente). 430 años de historia en los que nunca se había interrumpido la actividad docente. Dentro de esos sólidos muros de granito pueden oírse las voces de tantas generaciones de chicos desaparecidos hace siglos, las paredes murmuran declinaciones latinas: esas aulas desoladas estaban llenas de muchachos que empezaban la vida. Ahora no hay más que soledad, silencio y abandono. Largos pasillos desiertos. Muy ingenuo habría de ser uno para no sospechar que en ese seminario sucedieron cosas desagradables y sórdidas, algunas horribles: abusos sexuales, palizas, algún suicidio. Siempre los fuertes abusando de los débiles. Un periodista francés comentando la novela "El nombre de la rosa" decía que esa abadía del recóndito norte de Italia era un lugar "perverso" porque en ella no se dedicaban solamente a la conservación del saber ni a estudiar a Aristóteles ya que también sucedían asesinatos, sodomía, suicidios, venenos, inquisición, codicia sin límites. Umberto Eco le contestó: "a propósito de lugares perversos, ¿conoce algún otro lugar aparte de esa abadía que no sea igual de perverso?" Un tipo muy listo Umberto Eco. 
       El seminario de Santa Catalina de Mondoñedo, que parece un manicomio, me recordó a la abadía a la que llegó fray Guillermo de Baskerville. Las paredes del claustro están decoradas con los retratos de los papas del siglo XX: desde León XIII hasta el actual papa Francisco. Miro la cronología y busco los papas que estaban sentados en el solio pontificio cuando las dos guerras mundiales, los que estaban a la cabeza de la Iglesia cuando Lenin organizó la revolución rusa, Stalin barrió a sus enemigos y Himmler organizó los campos de exterminio: son Benedicto XV y Pio XII. Semillero de clérigos que bendecían los ejércitos de Franco en la cruzada contra el comunismo.  Todo, pues, "humano, demasiado humano" que decía Nietzsche.
      Si de verdad hubiera una providencia divina en la Historia, como sostiene la Iglesia, esas catástrofes no hubieran sucedido. Sea como sea a mí me tocó pasar allí la noche del viernes santo. Para mí fue una noche como otra cualquiera. Lástima que en nuestra época no se estudie latín y que no haya un triste lugar propicio al estudio y la meditación. Lástima que todos sepamos quién es un futbolista imbécil y arrogante, experto en patadas, pero nadie conozca, digamos, a Lucrecio (aquel poeta latino enemigo mortal de todas las religiones). De manera que mis sentimientos frente a ese lúgubre lugar son "ambivalentes", por decirlo como Freud, que fue otro sabio crítico con la religión a la que consideraba una "ilusión"