Hubo un tiempo en el que había miedo de salir a la calle. Un tiempo en el que había que pasar de largo, corriendo, cuando un grupo de matones apaleaba a alguien indefenso. Un tiempo donde no se podía hablar en voz alta. Un tiempo de recelo, delación, miedo, abyección, vileza. Un tiempo en el que las personas decentes (que las hay) se mordían la lengua, vivían avergonzadas y en el que los canallas (que los hay) vociferaban y campaban por sus respetos, abusando de cualquiera, sin nadie que les hiciera frente. Un tiempo en el que ser grosero y brutal era un orgullo y en el que pensar y ser justo se interpretaba como debilidad.
¿Cómo se pasa de una sociedad civilizada (civilizada, no perfecta) a un estado de barbarie? Hay que estar siempre alerta. Si el centinela se duerme, la fortaleza está perdida.
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