Hoy empieza el día levantando a un hombre (o lo que queda de él) del suelo, interrumpiendo su sueño sobre cartones, bajo un techo inhóspito. Lo peor no es el frío, ni la miseria, ni la soledad, ni la degradación: lo peor es la vergüenza de que te vean otros, la gente. ¡Esos ojos escrutadores, implacables y maliciosos! Nada se esconde más que la desgracia cuando es verdaderamente íntima. La prosperidad es expansiva, arrogante, se muestra, se pasea, alza la voz. La desgracia es muda, estúpida, no es social, se retira a un rincón oscuro, es vergonzosa (encima). Es una ley cruel pero es muy cierta: quien más elocuencia necesitaría para aliviar su dolor queda paralizado -si es un dolor extremo- y no articula palabra. Al contrario: en vez de gritar, de poner el grito en el cielo, sonríe, disimula y se calla. ¿Se oyen gorriones o son mis tripas?
No borres mis círculos
Creo que le hemos pillado un poco la música. No debieron de entenderlo sus alumnos vamos a entenderlo nosotros...
Hay que considerar el rechazo del paso del ser finito particular al ser como tal en su total generalidad abstracta como el primer requisito teórico e incluso práctico. Al realizar la "Aufheben" de esos cien euros, que suponen una diferencia en mi situación económica, entre si los tengo o no, o más aún, entre si soy o no, o si otra cosa es o no, puede recordarse -sin mencionar que tenga que darse una situación económica para la que la posesión de cien euros sea indiferente- que el hombre debe elevarse hasta esta abstracta generalidad en su pensamiento, en la que es de hecho indiferente que los cien euros puedan tener una relación cuantitativa con su situación económica, que sean o que no sean, tanto como le es indiferente si él es o no; esto es, si es o no es en la vida finita (pues se requiere un estado, un determinado ser) y así sucesivamente. Ya dijo un latino "si fractus illabatur orbis impavidunt ferient ruinae" (si se derrumbara el cielo le encontrarían tan tranquilo entre las ruinas) y Cristo no debió encontrarse menos en esta indiferencia.
Si nos elevamos hasta esa abstracta generalidad en la que el puro ser y la pura nada son lo mismo (porque son lo mismo, afirma Hegel), no nos importará ser o no ser en esta vida finita. Seremos tan indiferentes a nuestra propia existencia como a esos cien euros (o táleros, como se dice en el texto).
Hegel indica en este pasaje de su Lógica que por el pensamiento más abstracto se llega a la indiferencia total. Las últimas palabras de Arquímedes al soldado que le atravesó con la espada: "no borres mis círculos" Le importaban más sus cálculos que su vida.
Hegel indica en este pasaje de su Lógica que por el pensamiento más abstracto se llega a la indiferencia total. Las últimas palabras de Arquímedes al soldado que le atravesó con la espada: "no borres mis círculos" Le importaban más sus cálculos que su vida.
Vecinos remotos
Un niño se queja de un dolor al lado de su madre, unos pasos más allá, junto al semáforo, entre el ruido del tráfico, la madre se agacha y abraza con ternura al niño. ¡Zas! Entonces pienso: somos emociones, afectos y pasiones, principalmente. No somos únicamente racionales. Somos emociones y lenguaje. (Recordé la maravillosa escena de la Ilíada en la que Héctor, vestido con la armadura, se despide de su mujer y su hijo pequeño. El niño se asusta del fiero aspecto de su padre, vuelve la cabeza y llora). Ninguna soledad mayor que la soledad de un centro comercial, ningún lugar más inhóspito que el arcén de una autopista. El hombre está hecho para lo limitado. Cualquier tentativa de superar ese vínculo a la tierra y la comunidad inmediata, física y real, que son los vecinos y familiares que podemos ver y tocar todos los días nos hace desgraciados.
¿Pero qué ocurre si los vecinos son remotos, caminan absortos en su móvil y el cielo está torturado por las estelas de los aviones?
Seguros
Las muchas facilidades que nos ofrecen no dejan de ser formas de hacernos la vida imposible. Uno se compra un perro, o se lo encuentra tirado, da igual. Inmediatamente se enamora del animal y se lo lleva consigo. En nuestra competitiva, desquiciada e implacable sociedad, fábrica de solitarios, tener una mascota es un modo de sortear la depresión o cualquier otro trastorno psicológico. Los animales domésticos no nos juzgan, dependen de nosotros, nos hacen compañía. Somos un pequeño dios para ellos. Son un gran remedio, sin duda, ya que vivimos en celdas de aislamiento y la calle es un desierto. Pero como no hay cosa bella en la que este sistema no ponga su pezuña las compañías de seguros se pelean (el negocio es suculento) por vender seguros para mascotas: cuadro veterinario, atención telefónica las 24 horas, soporte vital (o como se diga). ¡Cómo no vamos a asegurarlos si son "uno más de la familia"! ¿Me traigo un gato callejero a casa para que me contagie su indolencia y salvajismo y tengo luego que asegurar al pobre animal? Resulta conmovedor.
El doble iraní
Por lo visto en Irán existe un doble del futbolista (experto en patadas) Messi. El parecido es tan asombroso que este muchacho de 25 años, llamado Reza, provoca tumultos. Los iraníes se hacen selfies con él. El muchacho y su familia, bien conscientes de la mina de oro que tienen a su alcance, hacen lo posible por reforzar el parecido: se ha dejado barba y lleva la camiseta de ese equipo de fútbol (o como se llame ese negocio). Llega a ser tal el furor que este maniquí de un maniquí altera el orden público de la república islámica y lo han detenido por eso. Los policías se harán selfies con él. En este ambiente mundial los jóvenes de hoy tiene el deber de ignorar los viejos libros: Montaigne, Dante, San Agustín, Erasmo, Tolstoi, Voltaire, Cicerón, Séneca, Aristóteles, Emerson, etc. No les servirán de nada, no les traerán más que decepción. Si llegaran a estimarlos serían bichos raros en todos los aeropuertos del mundo, se pudrirían en una esquina sin encontrar trabajo. Es por su bien. El mundo globalizado odia a las personas críticas (no, "críticas" no es la palabra, pero no se me ocurre otra mejor): exige gente que se haga selfies con el doble iraní de Messi. Vaya, qué serios nos hemos puesto.
El final de la guerra
Hace 72 años que la Alemania nazi firmó la capitulación y con eso el final de la guerra en Europa. Ayer un barrio de Hannover tuvo que ser evacuado al encontrarse tres bombas sin explotar de aquella contienda. La operación afectó a unas 50.000 personas. La ciudad ofreció alternativas de tiempo libre: entradas gratis al museo y a las piscinas. Los cines programaron sesiones especiales. Algunos fueron al zoo con sus hijos, otros a una parrillada. Fue ayer domingo, hizo buen tiempo, un buen día para salir de la rutina. Las bombas, afirmaron los expertos, eran muy sensibles y se desactivaron en el lugar donde fueron halladas por si acaso. Los más viejos eran niños entonces: oyeron aterrorizaros las explosiones, los motores de los bombarderos. Que les expliquen eso ahora a los niños de hoy: "¿qué pasa papá, porqué tenemos que irnos de casa?"
Mi Europa
Nacer polaco a principios del siglo XX era tener todas las cartas para morir joven y de mala manera, violentamente. Czeslaw Milosz escapó de muchos peligros -ciudades en llamas entre ellos- y escribió en su lengua materna, el polaco, algunos de los mejores poemas del siglo XX. De su libro "Mi Europa", traducido por Xavier Farré (alguien que traduce del polaco merece una mención y nuestro agradecimiento) quiero destacar dos frases: "No hay que estar nunca demasiado seguro cuando se sale a pasear si uno va a volver a casa, no tan sólo porque nos puede ocurrir algo sino también porque la casa puede dejar de existir" Experiencias de un país en guerra. En un país en paz tampoco puede estarse nunca demasiado seguro de volver a casa cuando se sale a pasear aunque la casa nos espere intacta. La segunda frase es la que cierra el libro, hermosísimo final: "cuando la ambición nos aconseja elevarnos sobre las sencillas normas morales custodiadas por los pobres de espíritu, en lugar de elegirlas como nuestra aguja de la brújula entre las variabilidades, destruye lo único que puede redimir nuestras locuras y errores: el amor"
Acariciar a una mosca
Una señal inconfundible para saber si una persona ha sufrido de verdad es la falta de patetismo. Hay dos especies de alegría: la "inocente" de los inexpertos ("si no os hacéis como niños..." es una exhortación a la amnesia) y la "sabia" de los que han sido tocados por algún golpe del destino. ¿O es que sólo van a poder estar contentos los que no han hundido nunca su cabeza entre las manos? De eso nada. Muy bien. Esto marcha. Nada de sentimentalismo. Durch Leiden, Freude. Onwards! Frente a los desastres del mundo Demócrito reía y Heráclito lloraba. Prefiero la primera actitud.
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