Distraídos, ausentes, torpes

Es conocida la anécdota de Tales de Mileto (lo mejor que nos dejaron los antiguos ha sido un puñado de anécdotas- una anécdota basta para revelar un carácter y justificar toda una vida) según la cual por ir mirando al cielo (de asuntos celestes entendía porque predijo un eclipse de sol, para pasmo de los mortales) el bueno de Tales cayó en un pozo. Una muchacha tracia, que vendría a representar la ignorancia en persona, al ver la torpeza de ese bobo se echó a reír. Torpes los sabios: no ven lo que tienen delante de los pies. Son como el albatros de Baudelaire, objeto de mofa de los marineros, del vulgo en general: "sus alas de gigante le impiden caminar"
         Otra anécdota: Tomás de Aquino comía en la mesa del rey Luis de Francia. Se pasó la comida callado, como de costumbre, abstraído, taciturno. De repente el "buey mudo" dió un puñetazo en la mesa y dijo en voz alta: "¡y esto terminará con los maniqueos!" La mesa debió de estremecerse, como el resto de los comensales, incluida Su Majestad. El filósofo no atendía a las conversaciones, su mente trabajaba en silencio y sin descanso. 
         Platón dice en uno de sus diálogos -el Teeteto me parece- que los jóvenes dotados para la filosofía parecen torpes a ojos del mundo. No saben desenvolverse en los asuntos cotidianos. El despiste de Newton era proverbial: una vez metió un reloj en una olla de agua hirviendo en lugar de un huevo. Estaba midiendo el tiempo que tardaría en cocerse (el huevo, no el reloj). ¡Qué tonto era Newton!

2 comentarios:

  1. Se puede ser distraído sin ser tonto, y también siéndolo. Son cosas distintas. Pero los antiguos nos dejaron algo más (y mejor) que un puñado de anécdotas, sin ser algunas de éstas desdeñables.

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    1. También nos dejaron otras cosas, aparte de anécdotas, claro. En eso tienes razón.

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