No habrá expediente a ningún policía. Oigo el frenazo de un coche en la calle desierta. Oigo ruido de pasos en la escalera. Una llamada imperiosa e intempestiva. Me parece que vienen a por el poema de Brecht, el famoso poema que habla de la persecución creciente.
Esos policías eran robots. Así se comportaron. Iban protegidos como artrópodos, con exoesqueletos. Preparados para dar madera. Los chicos no tenían nada más que sus cuerpos y su agilidad para esquivar los golpes.
He visto el miedo en los ojos de una chica a la que conducían entre tres corpulentos artrópodos a un furgón policial. Lo he visto como todo el mundo: a través de una cámara temblorosa y apresurada. El Estado tiene el uso legítimo de la violencia.
A juicio del ministro del Interior (el Artrópodo Jefe) ninguna de sus obreras merece expediente disciplinario. Tenga usted en cuenta, señora mía, que se enfrentaban a elementos extremadamente peligrosos.
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