El corto verano de la clase media

El trabajo es un valor ya que se trata de la actividad que nos permite ganarnos la vida realizando una tarea que redunde en beneficio de la sociedad. Gracias al trabajo digno y seguro una persona puede tener un hogar y fundar una familia si le apetece (en la inmensa mayoría de los casos lo hará). Un trabajo así da importancia, seguridad, sentido a la persona que lo tiene. Esto es un derecho fundamental. Ese es el principio y el ideal. Hoy se ha alcanzado tal grado de corrupción y podredumbre que ningún trabajador -salvo una minoría privilegiada- puede estar seguro de no ser despedido mañana por la mañana. No hay honradez en los trabajos que se desarrollan actualmente, no porque los trabajadores sean tramposos sino porque obedecen a un sistema que supura. Si para estar bien considerado en una empresa hay que ser un estafador es que algo no funciona. Esto sucede en muchas empresas. Aparte de esto, el margen de iniciativa del trabajador es cada vez más escaso: no se puede dar un paso sin que el sistema (configurado por imbéciles) lo permita o lo "autorice" como dice ese espantoso verbo. De esta forma el trabajador es un simple apéndice del ordenador al que está conectado. Es terrible que la experiencia laboral esté completamente despreciada cuando es el principal valor de un trabajador (sea médico, abogado, empleado, mecánico, piloto, profesor, funcionario, etc). Qué riqueza humana se pierde cuando se despide prematuramente a un trabajador (¡a decenas de miles!) que ya no es rentable. El trabajo muy rara vez es alegría (así lo pintaba la propaganda del horroroso estado soviético) y casi siempre es humillación, tedio, desafección del trabajador con respecto a su empresa. Es lamentable que un trabajador de cincuenta años -que está en la plenitud de su capacidad- no piense más que en prejubilarse o en irse de su empresa en buenas condiciones económicas. No hay forma más perversa de despertar un egoísmo atroz y un deseo mezquino. Muy podrido tiene que estar el trabajo para que suceda esto. Tengamos claro lo siguiente: tener trabajo no es simplemente recibir un salario a final de mes. Es, además, tener la confianza de que ese puesto de trabajo no va a perderse, no sólo por despido, sino por traslado. Trabajar sin esa confianza fundamental, con el temor a ser despedido o trasladado, no es tener trabajo. Vivir en vilo es también miseria. Considero esta degradación del trabajo una señal clara de la decadencia de nuestra civilización. Progresarán la inteligencia artificial, las computadoras, pero los hombres se están viendo reducidos a algo superfluo y a ser esclavos de la propia máquina. Monstruosa paradoja. Esto no es nuevo, un tal Samuel Butler ya lo observó hacia 1872. La situación es estupenda: en el pasado un sociedad de esclavitud, en el futuro lo mismo. El corto verano de la clase media. Qué puto desastre. 

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