La patria verdadera no es la infancia, la patria verdadera no existe. Es un anhelo que no se colma jamás. Por eso creo que vivimos en el exilio. A veces en ese estado de ánimo melancólico que me sorprende al atardecer miro las nubes hacia el horizonte, larga fila de nubes grises y compactas, mientras sopla un viento frío que viene de una región desconocida y desierta. Hoy estamos aprisionados por los Estados, por los trabajos, por los miedos apocalípticos, por la presión social, por las demandas del mercado. Todo se lo dejamos a la tecnología, cada vez cobra más importancia y poder en nuestras vidas. Los sueños de libertad en todo el mundo, a lo largo de los siglos, han sido ahogados en sangre y heces. El epitafio de Martin Luther King dice: "Free at last. Free at last. Thank God Almighty I'm free at last" ¿Será que sólo en la muerte encontramos la libertad?
Huracán del progreso
Como individuos nuestro ciclo vital es el de siempre: infancia, adolescencia, juventud, madurez, vejez y muerte. Eso ha sido así desde la noche de los tiempos. Es la naturaleza. Pero en unas pocas generaciones los cambios sociales (no tanto políticos) han sido alucinantes. Lo que una generación ha conocido la siguiente lo considera no obsoleto, sino prehistórico. Es vertiginosa la velocidad de este progreso tecnológico que ha modificado por completo nuestra manera de relacionarnos. Las redes sociales, las app para ligar, el teletrabajo, etc. Las consecuencias de este frenesí desatado aún no se conocen. Se necesita tiempo para que se asienten los edificios, nada firme puede sostenerse sobre el viento. Nos estamos acostumbrando a la fuerza a una inseguridad permanente.
Así
Es digna de estudio la costumbre actual de titular tantas noticias empezando por el adverbio "así". Así fue, así han reaccionado, así se produjo, etc etc. El periodismo de hoy se dirige a un observador morboso y acrítico de la actualidad.