Antes de la Primera Guerra Mundial Italia era un país muy dado a la retórica entre políticos, militares y poetas. Discursos grandilocuentes, inflados, floridos, llenos de metáforas. Típicos representantes de este estilo barroco fueron D'Annunzio y Marinetti. Los generales del ejército italiano solían arengar a sus soldados con piezas semejantes. Luego se vio que esa guerra mundial no tenía nada de heroico; al contrario, era horrible, espantosa, infernal. Un poeta de entonces barrió toda aquella hojarasca de palabras huecas (no sólo estética sino moralmente despreciables) más propia de tiempos pasados. El poeta es Ungaretti. Es posible que su experiencia como soldado en el frente le hiciera rechazar la retórica al uso. A veces se necesita una guerra cruel para depurar un estilo literario. En el amanecer del 26 de enero de 1917 Ungaretti escribió el poema más breve que yo conozco (palabras escogidas como ninguna otras): Mañana. Me ilumino /de inmenso. Ungaretti se adhirió al fascismo y Giovanni Papini, al que ya nadie lee aunque es muy buen escritor, no ocultó sus simpatías por ese movimiento. Cuestión que da que pensar: hombres inteligentes como éstos cayeron en la fascinación de Mussolini. No eran las cosas tan simples como las vemos hoy.
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