Refugio

Subió al cementerio a dejarle una rosa roja. Hace casi diez años que murió de una manera inaceptable, porque puede aceptarse la muerte, qué remedio, pero no ciertas maneras de morir. Piensa de qué cosas se ha librado ella al morir entonces: lo primero, naturalmente, de la pandemia, el trauma del confinamiento, las medidas sanitarias, la psicosis, todo el planeta amenazado por un virus, los muertos por millones. Después tantas cosas más, una graciosa retahíla: la degradación de la vida social, en España aparece la extrema derecha, se funda un partido que venía a asaltar los cielos y se desintegró en purgas después de decepcionar a sus simpatizantes (gente humilde, a esos la decepción siempre les toca). Más tarde el sainete del Procés, con la república que duró un minuto. Más cosas: redes sociales, odio sin freno, multimillonario que compra Twitter. Cada vez más distancia entre una minoría de multimillonarios oligarcas y una multitud envilecida de pobres. Alquileres que se disparan y hoteles de lujo que se construyen. Más cosas: la crisis económica que sigue asfixiando, el coste de la luz y la gasolina. Bueno, las noticias no dan cuenta de atentados islamistas (¿Quiere decir que no los hay? ¿Cómo han quedado Afganistán, Irak, Siria o Yemen?). ¿Estábamos tranquilos? Vuelve Rusia, el país enemigo de Occidente: la guerra de Ucrania, la amenaza del holocausto nuclear. Más cosas: la degradación de las condiciones laborales, la humillación de los trabajadores (cargas de trabajo demenciales que los humillan y enferman: depresión, ansiedad, problemas cardiovasculares, etcétera). Y para rematar la nueva alegría de estos tiempos luminosos: un nuevo terror, el cambio climático que ya trae veranos insoportables y además de esto la destrucción del medio ambiente. Le deja una rosa. No caben más coches en el aparcamiento. 

6 comentarios:

  1. Cuando murió Franco, yo tenía 18 años. Trabajaba desde los 15, y he visto el cambio de este país. Y me consta, y puedo jurarlo donde se me pida, que al contrario de lo que aquí se dice no ha sido todo degradación.
    Por lo demás, es obvio que la generación de mis padres, bajo la dictadura de Franco, o la de mis abuelos, en la que la guerra civil sirvió de prólogo a la Segunda Guerra Mundial (y a la única utilización bélica del armamento nuclear hasta la fecha) no vivió en ningún paraíso.
    El problema es que no hay sólo, como se dice respecto al optimismo y al pesimismo, quienes ven la botella medio llena o medio vacía; también hay quienes. negándose a ver la parte de la realidad que no encaja con sus ideas previas, simplemente niegan que una botella mediada contenga líquido alguno.

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    1. Hablo de diez años para acá: una década. No me refiero a los años anteriores al 2012. De la generación de tus padres y abuelos es evidente que no se habla en esta nota.
      Quien no ve líquido alguno en la botella no es todavía más pesimista que el que la ve medio vacía. No es ni pesimista ni lo contrario, porque estos son conceptos relativos, no absolutos.

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  2. Bueno, no entendemos las cosas exactamente del mismo modo, es evidente. ¿Hay motivos ahora para el pesimismo? Sí; los ha habido siempre. ¿Los hay para el optimismo? La misma respuesta. Quien sólo ve unos u otros tiene, por las razones que sean, una visión incompleta. Recuerdo la frase con que Borges cierra la dedicatoria a Juan Crisóstomo Lafinur de su "Nueva refutación del tiempo": "Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir". También buenos; el mismo Borges, en un díptico de sonetos titulado "1964" e incluido en "El otro, el mismo", dice que "un instante cualquiera es más profundo / y diverso que el mar". Imposible, pues, abarcarlo.

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    1. Desde el punto de vista laboral está claro que vamos a peor. No puedo aquí justificar esta afirmación. En fin, será la canción del viejo que alaba tiempos pasados (aquellos en los que era joven) y los presentes le parecen mal. Un juicio así es erróneo y humano también. Considerando que la historia es el relato de los crímenes y locuras de la humanidad podemos decir que nosotros somos afortunados por no haber conocido hasta ahora una guerra y por vivir en democracia desde hace más de 40 años.

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    2. Pues me alegra coincidir esencialmente con lo que ahora dices. Un saludo.

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