Refugio

Subió al cementerio a dejarle una rosa roja. Hace casi diez años que murió de una manera inaceptable, porque puede aceptarse la muerte, qué remedio, pero no ciertas maneras de morir. Piensa de qué cosas se ha librado ella al morir entonces: lo primero, naturalmente, de la pandemia, el trauma del confinamiento, las medidas sanitarias, la psicosis, todo el planeta amenazado por un virus, los muertos por millones. Después tantas cosas más, una graciosa retahíla: la degradación de la vida social, en España aparece la extrema derecha, se funda un partido que venía a asaltar los cielos y se desintegró en purgas después de decepcionar a sus simpatizantes (gente humilde, a esos la decepción siempre les toca). Más tarde el sainete del Procés, con la república que duró un minuto. Más cosas: redes sociales, odio sin freno, multimillonario que compra Twitter. Cada vez más distancia entre una minoría de multimillonarios oligarcas y una multitud envilecida de pobres. Alquileres que se disparan y hoteles de lujo que se construyen. Más cosas: la crisis económica que sigue asfixiando, el coste de la luz y la gasolina. Bueno, las noticias no dan cuenta de atentados islamistas (¿Quiere decir que no los hay? ¿Cómo han quedado Afganistán, Irak, Siria o Yemen?). ¿Estábamos tranquilos? Vuelve Rusia, el país enemigo de Occidente: la guerra de Ucrania, la amenaza del holocausto nuclear. Más cosas: la degradación de las condiciones laborales, la humillación de los trabajadores (cargas de trabajo demenciales que los humillan y enferman: depresión, ansiedad, problemas cardiovasculares, etcétera). Y para rematar la nueva alegría de estos tiempos luminosos: un nuevo terror, el cambio climático que ya trae veranos insoportables y además de esto la destrucción del medio ambiente. Le deja una rosa. No caben más coches en el aparcamiento. 

Burdeos

De Burdeos a Burdeos hay varias horas de camino a pie. Una ciudad con escasos puentes que estuvo cerca de ser tan imponente como Londres, pero que, por suerte, se quedó en un tamaño más humano, menos monstruoso. Observo que allí está de moda entre los jóvenes dejarse bigote con las guías para arriba, como era costumbre en los años de la Primera Guerra Mundial. No me extrañaría que dentro de poco veamos tal uso en esta parte del mundo desde la que escribo. Cuántos humanos pueblan la tierra. 

Colocación

Ya no se usa el verbo "colocar" en la acepción de encontrar un puesto de trabajo fijo y digno que asegure una posición de por vida. Esto ha pasado a la historia como cualquiera sabe. La precariedad es tan general que nadie se coloca y los que podían decir de su trabajo hace tres décadas que estaban bien colocados se encuentran ahora, en el ocaso de sus carreras, con que los tratan como si fueran galeotes, con absoluto desprecio. Es una dialéctica eterna. Soportar tempestades de sinsentido (pero quién se pregunta por el sentido de nada si está reducido a la condición de esclavo) para llegar a ver cómo degenera tu profesión (que es tu medio de vida en definitiva) que hace poco era respetada. Terminaremos pagando por el derecho a respirar. Es insoportable pensar que tanta angustia sea inútil y sólo tenga por respuesta el estúpido silencio del cementerio.