Creo, en efecto, en la bondad y en la verdad. Deben existir, de lo contrario estamos perdidos. Ahora bien, esas buenas acciones, rectos pensamientos, esas vidas decentes, me parecen como luces que alumbran un instante en medio de la oscuridad de un inmenso espacio tenebroso. Suponiendo que nos esforcemos por el bien (lo que jamás se consigue del todo) no logramos iluminar esas tinieblas, esa enorme bóveda negra. Todo lo más esa breve luz sirve, sólo para nosotros, de testimonio de la dignidad humana. Eso me parece, vaya.
La ciudad y los perros
Sería de interés considerar esta relación: cuanto más inhóspita es la ciudad más mascotas se cuidan. Ya que la calle es casi una selva dediquemos nuestro afecto a un animal que nos adore. La relación entre hombre y perro es fascinante. El animal no nos juzga, tampoco nos denunciará si lo maltratamos. Realmente es confortador (y todos necesitamos que nos tengan en cuenta) que un ser vivo al que sólo le falta hablar nos acepte tal como somos: de esa forma soñamos el amor ideal. ¿Cómo es que no se ha escrito una historia universal desde el punto de vista de los perros o los caballos? Lástima que no tengamos manera de conocernos a través de otras criaturas. ¿Qué dirían de nosotros?
En plena distopía
Si veo un anuncio que dice que tu asesor te "ayuda" o que tal o cual compañía "cuida de ti" está claro que es a cambio de dinero, que no se hace gratis y que, por tanto, mienten. El hombre es un animal astuto y sabe engañar muy bien. Mentira es el aire que respiramos. Con el engaño se domina a las masas, con el engaño se envía a la muerte (a matar y a morir) a millones de individuos. Con el engaño nos hacen odiar al enemigo de un minúsculo círculo de poderosos. Lamentablemente, observo que la estupidez gana terreno en todos los frentes y a marchas forzadas: como pueblo estamos envilecidos y amaestrados. Al mundo lo gobiernan cuatro personas, cada vez más voraces y poderosas. El perro tiene que hacer cada vez más gracias para roer el hueso. La pandemia ha favorecido este envilecimiento. No veo que aprendamos nada de esta pandemia, más bien lo contrario. Si la vida se endurece, nosotros nos endurecemos. Quizá no estemos lejos de acabar este drama o sainete que es la Historia en un planeta devastado por la contaminación. No, lo malo no está por venir (no seas ingenuo, pienso) ya estamos en plena distopía. No me lo dicen sólo las cifras de paro o los datos más o menos exactos sobre el calentamiento global o la extinción en masa de especies vegetales y animales: me lo dice nuestro comportamiento alterado, nuestra tristeza, nuestro humor de emergencia. A la inmensa mayoría le va muy mal, a una minoría le va de maravilla. Esto sucede también en las dictaduras.
Cuando nos sonrían y nos digan que todo está bien, que somos muy importantes, entonces es cuando nos empujarán al vacío. Escribo esto con una sonrisa, mirando hacia otra parte. No me tomo en serio estos catastrofismos. Si no sabemos si mañana estaremos en este mundo.
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