Exhumación

Sacar de la tumba a un muerto. Los muertos mueren dos veces: la primera sucede antes del funeral; la segunda es el olvido. Hace 40 años era inimaginable lo que hoy decreta un gobierno: cambian las costumbres, las ideas, las gentes. A nadie escandaliza. Todo viene y pasa. Aquello por lo que mataron y murieron no valía nada, era un poco de viento. Era mentira. Si aquello se ha revelado de tan nulo valor, ¿en qué puedo creer ahora? La vanidad y presunción humanas hace que nos tomemos en serio a nosotros mismos. ¡Pulga universal! ¡Quintaesencia de polvo! ¿Quién era ese Dios al que tanto se invocaba? ¿Dónde está? ¿Por qué no defiende a su defensor? Habitamos un momento en un universo frío, inhumano y hermético. También nosotros (inhumanos) creamos universos fríos y herméticos (la inteligencia artificial, los robots, etc) No existen absolutos. Ni esta aseveración tiene presunción de verdad, puedo equivocarme. No creo en nada, y tampoco creo que crea en nada. Todo es de una infinita vanidad. ¡Lao-Tsé! Inacción. Paradoja. Un hombre en China hace 2500 años ya sabía de qué iba este tinglado. Montoncito de huesos, ¿dónde van a colocarte ahora?

4 comentarios:

  1. Puedo entender lo que aquí se dice, pero no estoy de acuerdo. No todo es lo mismo: entre Franco y quienes se le opusieron hay alguna diferencia, y esa perspectiva cósmica (como más de una vez le ocurre, por ejemplo, a Jünger) corre el riesgo de olvidarlo.
    El día a día también importa, y entre el torturador y el torturado, entre el verdugo y la víctima, hay una diferencia esencial, aunque vistos desde las estrellas sean indistinguibles. Ocurre, simplemente, que esa perspectiva es inadecuada para enfrentarse a según qué cosas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro que entre el torturador y el torturado hay una diferencia esencial. Eso no pretendo negarlo. Es difícil situarse "Más allá del Bien y del Mal"

      Eliminar
  2. La iglesia está dispuesta a quedárselos. Ahí huele negocio. Mira lo bien que le ha ido con un simple hábito de Fray Leopoldo.

    ResponderEliminar