Un paseante camina por el laberinto del parque urbano. Se fija en un hombre solo, apartado, sentado en un banco. Tiene la cabeza hundida, parece dormir, pero está tan inmóvil que podría tomarse por muerto. En todo caso es un hombre derrotado, nadie normal adopta esa postura a plena luz del día. El caminante se mueve y llega a un punto en el que ve, en el mismo eje, la cabeza hundida de ese desdichado y unos metros más allá, en otro banco, a una pareja de chicos, muy jóvenes, muy guapos, enamorados y felices, que se hacen un selfie.
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