Del rebuzno de un burro

Ahora tengo que escribirte algo más de mi viaje. ¿Sabes que tu amigo ha estado muy cerca de la muerte? No te asustes, estuvo cerca, pero aún está vivito y coleando. Al día siguiente, después de que dejara en el correo de Gotinga mi carta para tí, partimos de esta ciudad hacia Frankfurt. Cinco millas antes de este lugar, en Butzbach, un pueblecito pequeño, nos detuvimos de mañana delante de una posada para darles de comer a los caballos, por lo que Johann soltó las riendas y seguimos sentados tan tranquilos. Mientras Johann estaba en la casa se acerca a nosotros por detrás un tiro de caballos de Steineseln y uno de ellos dió un relincho tan horrible que hasta nosotros, si no fuéramos tan racionales, nos hubiéramos desbocado. Pero nuestros caballos, que tienen la desgracia de no poseer Razón, se encabritaron y echaron a correr con nosotros como locos sobre el empedrado. Intenté agarrar las correas, pero las riendas estaban sueltas sobre el pecho de los caballos y antes de que tuviéramos tiempo de pensar en el enorme peligro nuestro ligero coche volcó y caímos. ¿Así que una vida humana depende del rebuzno de un burro? Si ése hubiera sido el fin, ¿para eso habría vivido? ¿Hubiera sido ésa la intención del Creador en esta oscura y enigmática vida terrenal? ¿Para eso habría tenido que aprender, actuar y nada más? Bueno, pero no pasó nada. Con qué fin el Cielo me ha concedido algo más de tiempo... ¿quién puede saberlo? En resumen: nos levantamos del suelo los dos, sanos y salvos, y nos abrazamos. 

Kleist, carta a Wilhelmine, 21 julio 1801

3 comentarios:

  1. Eran tiempos peligrosos aquellos. No como ahora que vivimos a salvo de estupidos accidentes

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    1. Así es. Hoy en día las preguntas de Kleist no sirven, pues ya no suceden estúpidos accidentes fatales.

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  2. Nuestra vida sigue dependiendo del rebuzno de tantos burros....

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