En una ciudad de tantos millones y le fue a tocar precisamente a ella. Estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Se agacha súbitamente, se esconde presa del pánico y la confusión. Algo en su naturaleza le advierte de un peligro mortal. Una sombra inexorable se le acerca, le apunta con el fusil en la cabeza. Ha llegado su último momento. La sombra aprieta el gatillo y no sale la bala. La sombra huye. El mismo azar que la condenaba, la salvó. ¡Viva la Vida y arriba el Amor!
Y así nacemos por azar. Y así vivimos por azar. Y así morimos.
ResponderEliminarCabezas pensantes somos el úlimo aliento del moribundo
No hay más solución que la fantasía de creerse necesario o imprescindible.
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