Desde muy joven me fascinó la figura de Goethe. De su ingente obra apenas sobrevive el genial Werther, del que renegó en sus años de madurez, y el ilegible Fausto, que es una mierda. Lo mejor, junto a la historia del suicida, son sus poemas y sus escritos autobiográficos. El resto puede tirarse a la basura. Viajé a Weimar con Carmen hace años para visitar su casa am Frauenplan, como dijo Cernuda. Goethe el olímpico, el estirado, el gran hombre por antonomasia, que desdeñó a Hölderlin y a Kleist, dos genios marcados por la desgracia (locura y suicidio). Para mi el Goethe que sobrevive es el Goethe hombre, no el escritor. Un tipo sumamente listo y ambicioso que supo dosificarse, siempre mantuvo su ánimo bien temperado, como el clave de Bach. Schopenhauer le dedicó elogios a lo largo de su obra, lo cual ya tiene mérito. Goethe, ya viejo, escribió: "Adelante, pues, sobre las tumbas". Supongo que se refería a las tumbas de los seres queridos (su mujer, su hijo, Schiller) que vio desaparecer a lo largo de su muy larga vida. Un hombre antipático, desde luego. Cuenta la anécdota, narrada por Bettina Brentano, que cuando paseaba con Beethoven por Teplitz, un balneario, se inclinó sumisamente ante la familia imperial austríaca. Beethoven siguió su camino sin hacer ni puto caso. Goethe miró el abismo (fue uno de los autores del Sturm und Drang) pero supo mantenerse a salvo, sabía cuidar de sí mismo. Por eso estimo más a Kleist, a Hölderlin y a Nietzsche: miraron al abismo y se dejaron engullir por él. Sea como sea, Goethe es un maestro de la vida. Lo mejor de su obra no lo escribió él mismo, sino su secretario Eckermann: las Conversaciones con Goethe son un libro de una sabiduria excepcional.
Estoy de acuerdo contigo, el libro de "conversaciones" es formidable. En el pinterest de su editora, Rosa Sala Rose encuentro esta perla sobre Goethe y Eckermann
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