La verdadera vida, si es que existe aunque puede imaginarse, está ausente. A lo incierto, allá abajo, caemos sin cesar en el abismo del tiempo. No somos los de ayer, no somos los de mañana. Hacemos equilibrios sobre la cuerda floja del momento presente. Imposible detener el instante. Lo siempre delicioso acaba cansando y lo terrible también termina por ir apagándose. Miro hacia atrás: veo situaciones borrosas; horas, meses, años que se resumen en un pensamiento, en una idea. El recuerdo es el esqueleto de pasadas vivencias. El niño que fuimos se perdió definitivamente, vamos hacia el anciano y más allá, hacia el rostro de cera, inmóvil, solemne, del muerto en el ataúd.
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