Blog que languidece

A esta hora de la tarde solía ponerme a escribir alguna nota en este blog. Hace tiempo que languidece el pobre, durante meses ha estado abandonado. Crecen sobre él los hongos y la maleza como lo hacen sobre los amores y las amistades perdidas. Ahora estamos más distraídos, al menos yo lo estoy. El exceso de trabajo (signo de los malos tiempos) me tiene más ocupado de lo que quisiera. El móvil se lleva la mayor parte de mi vigilia, creo que lo miro cada diez o quince minutos. Es una locura, como el piar insistente de los gorriones antes de amanecer. Hace tiempo que no leo un libro con calma sea ensayo o novela o cualquier otra cosa. Echo de menos las antiguas costumbres, aquella época (¡época nada menos!) en que no había ni facebook, ni wasap, ni twitter, ni móviles. Voy a ser original: sucede que hay demasiado ruido. Los aficionados a la literatura parece que han cambiado la lectura por la mitomanía (esta buena observación es de Ignacio Peyró): si ponen un texto o una cita en alguna red social se acompaña siempre de una foto, que es lo importante. En este intervalo de silencio del blog he publicado un libro de poemas El delito mayor, (Trabe, 2022). No me considero poeta, bien es cierto que lo seré en la medida en que escribo artefactos que pueden considerarse poemas. Mi profesión es más modesta: pertenezco al ayer respetable y hoy muy castigado gremio de los empleados de banca. Llevo casi treinta años repartiendo felicidad a los pensionistas en la ventanilla de una oficina. Jamás he ascendido un peldaño. Soy de una horizontalidad proverbial.  Es incalculable la suma de dinero que ha pasado por mis manos en estas tres décadas pero tal vez se aproxime al PIB de una república centroafricana. Cuando empecé era un joven tímido y mitómano que detestaba ese empleo tradicionalmente considerado como gris; el tópico de la vida anodina, rutinaria y monótona de un hombrecillo sin ninguna cualidad destacada. Era mejor, sin duda, ser reportero de guerra, astronauta, piloto de caza, atracador de bancos, pirata o filósofo. Con treinta años de labor bancaria es natural que tenga dificultades para considerarme poeta o cosa parecida. Soy una persona bastante antipoética. Ahora que un actor porno con cara de niño gana sus buenos dineros por rodar películas pornográficas afirmo que tenemos un problema en lo que se refiere a la manera de ganarse la vida honradamente. La famosa escala de valores (o los mismos valores) está trastornada. Zerfall der Werte, la decadencia de los valores sobre la que escribió Hermann Broch. No es nuevo el problema. He visto en estos treinta años cómo han desaparecido las cajas de ahorros (cómo las han destruido, más bien) y cómo de tener un trabajo relativamente respetado socialmente se ha pasado a ser un galeote al que cualquiera puede insultar. Cualquier ilustre cliente se siente hoy con derecho a llamar a voz en grito "ladrones" o cosas similares a los sufridos empleados que atienden en las oficinas y que cumplen el establecimiento de horarios arbitrarios de atención al público o ponen la cara cuando se cobra una comisión. Hace unos años eran rarísimos estos comportamientos poco civiles de los clientes: hoy son casi diarios. No se diga que tienen derecho a protestar de esa forma: existen otras maneras de hacerlo sin ofender a los que trabajan. Basta de quejas. Esta vida es un teatro. Cada uno representa su pequeño papel, casi siempre ridículo, y luego "buenas noches".  Y nunca más volvemos. 

8 comentarios:

  1. Desconocía tu dedicación bancaria. Yo trabajé en el Banco Central (luego Central Hispano, luego Santander Central Hispano, luego Santander sólo) durante 28 años, siempre (salvo cuando entré, de botones, año y pico) como empleado. Incluso, Dios me perdone, he escrito algún poema, y algún relato, en el Banco. No es el peor modo de ganarse la vida, pienso yo.

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  2. Yo sí sabía que habías trabajado en un banco, Es un buen trabajo en la medida en que deja tiempo libre, cosa posible siempre que no se tomen responsabilidades. Imagino que ése fue tu caso. Sobre escribir en el Banco, también yo confieso mi pecado. No debemos de tener mucha vocación de financieros.

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  3. No, no creo yo que tengamos excesiva vocación de eso; ahora, visto simplemente como ganapán, no es efectivamente un mal trabajo, sobre todo por el motivo que dices (y también, creo, por el hecho de que no tenga nada que ver con la literatura, y no pueda por tanto interferir de ninguna manera con el trabajo creativo, o crítico).

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    1. En los últimos años el trabajo de banca ha degenerado de tal manera que ahora es imposible disponer de cinco minutos de calma durante toda la jornada (que a menudo se prolonga por la tarde e incluso la noche). Un empleado de banca hoy tiene más o menos el mismo estatuto que un peón de la construcción. Así le trata la empresa. Es un esclavo con portátil y móvil cuya salud física y mental está en riesgo evidente por el propio trabajo. El descrédito social de la banca es enorme. En resumen: que ahora es un dolor y una vergüenza trabajar en esto.

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    2. Una de las razones de que yo me fuera cuando lo hice es que empezaba a verse una deriva del trabajo bancario que no me gustaba nada. Me temo que lo que me dices confirma mis peores temores. Ánimo, en lo posible, y un abrazo.

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  4. Qué grande eres y qué grande este blog, ahora mismo lo estoy recomendando de nuevo.
    Se te quiere y admira!
    Ana Vega

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    1. Infinitas gracias, Ana. La admiración y el cariño es mutuo.

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