A propósito de la presente iluminación navideña parece que los ayuntamientos han tirado la casa por la ventana (hace tiempo de un edificio tiraron por las ventanas a unos delegados del emperador católico y así empezó la Guerra de los Treinta Años). Calles, avenidas y callejones: en ningún lugar faltan las luces, parece un escenario psicodélico. Las ciudades sufren alucinaciones. Cada año es igual, salvo en este extraño otoño del 2020 en que este truco de la felicidad tiene un significado especial pues el ángel exterminador sobrevuela las poblaciones. Un equipo de psiquiatras debió de asesorar a los concejales y otras autoridades: "Dad a la plebe muchas lucecitas. Muchas. Son como niños. Se contentan con tan poco..." Caminando bajo esta catarata de colores, al atardecer, antes del toque de queda, con todo dios enmascarado, piensa uno que la vida es un delirio. Siempre lo ha sido, pero ahora se nota más. El Bosco era un pintor hiperrealista.
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