Un poema de Zbigniew Herbert

INFORME DE LA CIUDAD SITIADA

Demasiado viejo para llevar armas y luchar como los demás
me dieron generosamente el papel inferior de cronista
escribo -no sé para quién-  la historia del sitio

Se supone que debo ser exacto pero no sé cuándo empezó la invasión
hace 200 años en diciembre en setiembre quizá ayer al amanecer
aquí todos sufren una pérdida del sentido del tiempo

todo lo que hemos dejado es el lugar el apego al lugar
aún gobernamos sobre las ruinas de los templos espectros de jardines y casas
si perdemos las ruinas no quedará nada

escribo lo que puedo al ritmo de interminables semanas
lunes: comercios vacíos una rata es la unidad monetaria
martes: el alcalde asesinado por asaltantes desconocidos
miércoles: negociaciones para un alto al fuego -el enemigo ha capturado a nuestros mensajeros
no sabemos dónde sostienen que es el lugar de la tortura 
jueves: tras una asamblea violenta la mayoría de las voces rechazan
la moción de los mercaderes de especias para una rendición incondicional
viernes: se declara una epidemia sábado: nuestro invencible defensor
N.N. se suicida domingo: no queda más agua repelemos
un ataque en la puerta oriental la llamada Puerta de la Alianza 

sé que todo esto es monótono no puede conmover a nadie

evito todo comentario reprimo mis emociones me limito a los hechos
sólo los hechos parece que se aprecian en los mercados extranjeros
sin embargo con cierto orgullo me gustaría informar al mundo
de que gracias a la guerra hemos criado una nueva especie de niños
a nuestros niños no les gustan los cuentos de hadas juegan a matarse
despiertos y dormidos sueñan con sopa con pan con huesos 
igual que los perros y los gatos 

al atardecer me gusta caminar cerca de los puestos de avanzada de la ciudad
a lo largo de la frontera de nuestra incierta libertad
miro a los enjambres de soldados bajo sus luces
escucho el ruido de los tambores gritos bárbaros
verdaderamente es inconcebible que la ciudad aún se defienda
el sitio ha durado largo tiempo los enemigos tienen que turnarse
nada les une excepto el deseo de nuestra aniquilación
Godos Tártaros Suecos las tropas del Emperador regimientos de la Transfiguración
quién puede contarlos
los colores de sus estandartes cambian como el bosque en el horizonte
del delicado amarillo de los pájaros pasan al verde al rojo al negro invernal

así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar
en lejanos y antiguos asuntos por ejemplo en nuestros
amigos de más allá del mar sé que simpatizan sinceramente 
nos envían harina manteca de cerdo sacos de consuelo y buenos consejos
ni siquiera saben que sus padres nos traicionaron
nuestros antiguos aliados en el tiempo del segundo Apocalipsis
sus hijos no tienen culpa merecen nuestra gratitud por tanto somos agradecidos
no han conocido un sitio tan largo como la eternidad 
los golpeados por la desgracia siempre están solos
defensores del Dalai Lama Kurdos montañeros afganos 

mientras escribo estas palabras los partidarios de la conciliación
han ganado sobre el partido de los inflexibles 
la normal vacilación en los ánimos el destino aún está en la balanza 

los cementerios crecen el número de los defensores disminuye
pero la defensa continúa continuará hasta el fin
y si cae la ciudad y escapa un sólo hombre
llevará consigo la ciudad por los caminos del exilio 
será la ciudad 

miramos en el rostro del hambre en el del fuego en el de la muerte
y en el peor de todos -el rostro de la traición
y sólo nuestros sueños no han sido humillados

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