Hace poco conocí las Cartas a una amiga de Wilhelm von Humboldt, con ese "von" tan aristocrático, resonante y rotundo. Se trata de una serie de cartas que el ministro, erudito, diplomático prusiano envió a una mujer después de haberla conocido fugazmente en su juventud, mientras estudiaba en Gotinga. El trato duró veinte años. Me recuerda a la correspondencia de Diderot con Sophie Volland: es más, diría que son un calco. Un señor importante, célebre, respetado y casi glorioso se cartea (quizá a espaldas de su mujer) con una pobre y devota desconocida. En el caso de Humboldt se trata de Charlotte Diede, modesta hija de un pastor protestante, que nació en 1769, dos años después de Humboldt (Guillermo, no Alexander). Este carteo, hasta donde puedo entender, es un galanteo romántico exento de toda tentación carnal. Humboldt y Charlotte imitan descaradamente los modos de amar que inventó Rousseau. Este ginebrino volvió locos a los alemanes, en cierto modo les educó. No es casualidad que Goethe escribiera el Werther en forma epistolar: confesión íntima y directa de un alma dolorida, como sucede en La Nueva Eloísa. Humboldt y su amiga se escriben, pero no se tocan. ¿Son cartas de amor? Ni sí, ni no. Algo tienen de masturbación epistolar. Humboldt es un hombre casado; Charlotte una mujer retirada, amante... de la soledad (no tiene más remedio que quererla o morirse de asco). Humboldt, mundano diplomático, embajador de Prusia en Roma, lleno de altas ocupaciones, amigo íntimo de Goethe y el difunto Schiller -clasicismo weimariano- alaba el gusto por la soledad de Charlotte. ¡Faltaría más!
La muerte del matemático
Creo que todos conocemos más o menos la vida del matemático John Nash por la película "Una mente maravillosa" en la que el insoportable Russell Crowe hacía el papel protagonista (no se pudo elegir peor actor para tal papel). Hace unas semanas el octogenario y glorioso matemático llegó a New Jersey de vuelta de recibir una medalla en Oslo: el premio Niels Henrik Abel (una especie de John Keats de las matemáticas). Tomó un taxi con su mujer (que lo cuidó durante décadas con la abnegación y la paciencia de las mujeres enamoradas, supongo). En el trayecto un conductor se cruzó aleatoriamente, muy aleatoriamente, en el camino del taxi. Tuvieron un accidente. John Nash y su mujer salieron despedidos del coche y estrellaron sus cuerpos contra algún cuerpo sólido. John Nash: el hombre que luchó contra la esquizofrenia. El arrogante y genial John Nash. Murieron en el acto. Parece que el taxista sobrevivió al aleatorio accidente. Ellos no. Nunca es tarde para morir violenta y estúpidamente... maravillosa.
Los alimentos terrestres
Leo en un diario que los alimentos, a escala mundial, comienzan a escasear. Hambre mundial. Los investigadores están estudiando la posibilidad de aumentar los productos comestibles. En la noticia se habla de escarabajos y estrellas de mar. Tal vez nos pongan una tapa de crujiente escarabajo en el bar.
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