En el adiós a Xuan Bello

Lo primero, la incredulidad. La muerte repentina de una persona, sobre todo si es joven, es algo para lo que nunca estamos preparados; es irreal, es imposible. Ayer tarde mi amigo el poeta Vicente García me lo comunicó por teléfono: "Ha muerto Xuan Bello". Lo que sigue es la busca de explicación, la causa de esa desaparición alucinante. Fue un aneurisma de aorta, la ruptura de la arteria. Un golpe brutal, fulminante. No puedo creer que ya no esté entre nosotros ni vaya a estar nunca más como cuerpo que arroja sombra sobre el suelo. No debería extrañarme tanto de esto, algún día, quizá no lejano, alguien dirá lo mismo de mí. Olvidamos que somos futuros muertos que hablan con futuros muertos. Xuan Bello era una personalidad original, un genio de la amistad y un gran poeta. Primero, su vocación literaria total, después el periodismo como medio de vida. Su enorme actividad de animador cultural. De pocas personas puede decirse que dedicaron su vida a la realización de una idea, éste fue el caso de Xuan Bello. Dedicó su vida de sesenta años (ay, qué breve) a una lengua minoritaria, en trance de desaparecer, la lengua de la gente sencilla de su tierra: el asturiano. "Escribo para que el asturiano no muera" dijo en una entrevista. Sabía, sin embargo, que la batalla estaba perdida. Pero siguió batallando hasta el final, fiel a la misión que se había marcado. En su muerte ha quedado claro que Xuan Bello, aunque no hacía falta esta confirmación, tenía un carisma descomunal. Usaba el asturiano para unir no para dividir, para comunicarse no para ordenar, para discutir no para denigrar, para tender puentes no para levantar muros. El asturiano fue la lengua de sus admirables poemas y narraciones, aquellos textos que desde los precoces 16 años hasta su última madurez fueron conformando una obra indispensable del Surdimientu. Compañero de viaje de Berta Piñan, Antón García, Lourdes Álvarez, Pablo Antón Marín Estrada o Esther Prieto (perdón si olvido a alguien) que comenzaron su andadura literaria en los ochenta y abrieron el camino a las generaciones más jóvenes de escritores en asturiano. Xuan Bello era político y defendía sus ideas, pero no era agresivo ni sectario, era demasiado inteligente y bondadoso para serlo. Que acabó muy desencantado de la política regional es casi seguro. En estas horas tristísimas todos los que lo conocimos, gente muy diversa lo que da prueba de su gran humanidad, recordamos su hablar pausado, su mirada directa, su risa franca, sus gestos al expresarse y los frecuentes relámpagos de su brillante inteligencia. Por las arterias de Xuan Bello corría la literatura, poseía una enorme erudición, era muy amigo de las citas literarias y un formidable fabulador capaz de relacionar las cosas más diversas para hacerlas coincidir en ese ombligo del mundo que fundó, su aldea natal en su Tineo del alma, el mítico Paniceiros. Hace muchos años, en su piso de la calle Carpio de Oviedo, acogiéndonos a unos cuantos amigos con su hospitalidad característica, nos puso una canción en su aparato de música. Reconozco que no recuerdo qué canción era, pero sí me acuerdo de lo que nos dijo: "escucháilo con el corazón". 

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