Prejuicios

Conocemos o vemos a una persona e inmediatamente nos hacemos una idea de ella. "Hacerse una idea" es una expresión interesante, como la de "pararse a pensar". Qué bien nos vendría, por cierto, "pararnos a pensar" porque, como sabemos, vamos a trompicones y cada vez más acelerados (esta idea no es nueva, desde luego). Conocemos, decía, a una persona y la encasillamos. Quizá hacemos igual con nosotros mismos, también tenemos una opinión sobre nosotros (somos desconocidos íntimos, si puede decirse así). Creo que somos muchísimo más influenciables de lo que creemos. Que millones de personas cayeran bajo el hechizo de Hitler o Mussolini (no tanto mágico hechizo como propaganda y control de los medios de comunicación y las escuelas) da que pensar. Vuelvo al asunto. Alguien se entera de que fulanito, al que tenía por ignorante, pasó los veranos de su juventud en el extranjero. Esto quiere decir: fulanito tiene más mundo del que yo pensaba. Además tiene una habilidad que desconocía, habla muy bien el idioma de ese país. Así que hay que reorganizar todo el edificio. Juzgamos con muy groseros criterios a nuestros semejantes (¿será este otro "juicio grosero"?). Por eso la polarización que sufre nuestra sociedad es un mal signo. Azules unos, rojos otros, verdes los de más allá. Una forma muy simple de distinguir a unos de otros que no admite matices. No hay voluntad de concordia, de entendimiento. Quien piensa de manera diferente es un adversario al que hay que neutralizar. Va por delante el odio antes que el oído. Hay una minoría de revoltosos a la que le gustaría, alegando la vieja excusa del desorden y el caos, ver cómo se suspenden los derechos y libertades. 

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