La flor desconocida

Andréi Platónov es un escritor ruso que pasó a mejor vida a los 51 años. Para un ruso nacido en 1899, al que le tocó vivir (y sigue una larga enumeración de desdichas): la Revolución de Octubre, la guerra civil, la tiranía de Stalin, la guerra con la Alemania nazi, la hambruna de Ucrania, los años de Yezhov (jefe de la NKVD), el Gulag, etc etc la expresión eufemística "pasar a mejor vida" cobra un sentido muy fuerte. No quisiera recordar sin el debido respeto el monstruoso sufrimiento que padecieron millones (millones) de eslavos, judíos, polacos en el siglo XX. Joseph Brosdky decía que a un ruso que llegara a las puertas del paraíso debería dejársele pasar sin más averiguaciones. 
      Platónov es conocido por dos libros, principalmente: "Chevengur" y "La excavación". Son una novela y un relato desencantados de las promesas de la revolución. Sobra decir que se le prohibió publicar. Platónov narra el desvalimiento de los individuos en un mundo que se ha vuelto delirante. Pero Platónov también escribió relatos infantiles. De uno de ellos quisiera hablar aquí. Se titula "La flor desconocida". Es un cuento muy corto, no lleva más de quince minutos leerlo. Narra la historia de una pequeña flor: "Vivió en el mundo una pequeña flor. Nadie sabía que estaba en la tierra. Creció sola en el erial, ni las vacas ni las cabras iban allí, ni los niños del campamento de los pioneros jugaron nunca allí" Así empieza el cuento. La flor crece milagrosamente, contra el viento y las heladas, entre piedras y arcilla, en el terreno estéril. Un día una niña, Dasha, se acerca a la flor, atraída por su perfume. La descubre entre las rocas y le pregunta su nombre. La flor desconocida contesta que no tiene nombre, que vive sola. Dasha conduce a los pioneros al erial y les dice, mucho antes de llegar a la flor, que escuchen cómo huele, así es cómo respira. Los pioneros estuvieron, se dice, largo tiempo admirando esa criatura. Pero llegó la hora de irse. Dasha pasó el invierno recordando la flor y al verano siguiente regresó al erial donde la había encontrado. En el mismo lugar florecían entonces muchas flores fragantes, la hierba cubría el terreno y volaban pájaros y mariposas. Pero la flor desconocida no estaba. "Y a Dasha le pareció, termina el cuento, que la flor la atraía, que la llamaba con la silenciosa voz de su perfume."

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