Más de un año de ruido ya, durante 5 días a la semana. De miércoles a domingo. Un bar de ocio nocturno, un tugurio, un antro, que comienza su actividad a las once de la noche y la termina a las 4 ó 5 de la mañana. Dormir es imposible. La música retumba en los oídos. Se llama a la policía local y contestan que el bar tiene licencia. ¿Cuántas llamadas van? Decenas y decenas. No sirven para nada. Las denuncias de la comunidad de vecinos no obtienen respuesta del ayuntamiento. El ruido de la música de un bar latino hasta altas horas de la noche. Es sabido que el ruido te expulsa de tu propia casa. Una exposición larga al ruido -hablamos de un año, y sin visos de solución- termina provocando enfermedades graves; aquí, además, se da la circunstancia de que dura toda la noche. Mientras unos se divierten otros no pueden dormir. La injusticia es flagrante. Es escandaloso que suceda esto y nadie ponga remedio. El ayuntamiento no hace nada y el dueño del negocio es un sinvergüenza -tal vez algo peor- al que no le importa torturar a los vecinos que tienen derecho al descanso. Cuando llegue cansado a la cama que no le dejen dormir. Es asombroso el egoísmo. Es despreciable la sociedad que permite que actúen impunemente seres despreciables como el dueño o dueños de ese inmundo garito.