Los Naúfragos


Hace aproximadamente un año, mientras Libia estaba sumida en la guerra civil, una lancha neumática zarpó de la costa libia con 70 ocupantes a bordo. Refugiados de guerra que escapaban de su país esperando alcanzar las costas de la isla italiana de Lampedusa. 
A las 16 horas de viaje se quedaron sin combustible y alimentos. Un naúfrago llamó por teléfono a un sacerdote eritreo que se encontraba en Roma. El sacerdote avisó al servicio de salvamento de la marina italiana. Un helicóptero localizó en alta mar la lancha. Les proveyó de agua y galletas y a eso se redujo la ayuda. La patera estuvo dieciséis días a la deriva. Las corrientes arrastraron la lancha otra vez a las costas de Libia. Sesenta personas murieron en esos días en que estuvieron perdidos en alta mar. Barcos de la OTAN que navegaban en esas aguas avistaron a los naúfragos pero omitieron el socorro. Abandonados a su mala suerte los ocupantes de la lancha fueron muriendo uno tras otro. No quiero imaginarme la escena.
Tal vez un crucero de lujo pasara lo suficientemente cerca de la patera como para que un grupo de turistas les saludara. 

EUROVEGAS


Este fin de semana dos delegaciones de Madrid y Barcelona tratan de convencer al magnate de Las Vegas de que su ciudad es la más adecuada a su proyecto de construir una ciudad de casinos y hoteles a la manera de la ciudad de Nevada. 
La pugna entre Madrid y Barcelona es la batalla de los ratones y las ranas, por lo ridícula. Son como dos perros callejeros peleándose por un trozo de carroña. Es el triste destino de España: sólo sirve para acoger ese turismo bárbaro, oleadas de borrachos que vomitan y orinan en las calles, pero que dejan sus buenos dineros.
El argumento de los políticos catalanes y madrileños para tratar de seducir a ese viejo millonario que ha hecho su fortuna levantando casinos es que Eurovegas crearía muchos puestos de trabajo. Es cierto, y eso es lo trágico. Un país pobre no puede permitirse el lujo de negarse a ciertas ofertas. No puede dejar de prostituirse.
Barcelona ofrece al magnate unos terrenos del bajo Llobregat que están protegidos por su riqueza ecológica. No hace falta decir lo que significaría para el ecosistema la construcción de esa Babilonia. Madrid propone situarla en Alcorcón o Valdecarros.
El magnate de Las Vegas pide condiciones especiales para construir su ciudad del juego. De manera que las leyes serán revisadas según la conveniencia del todopoderoso señor norteamericano. Los políticos españoles se humillan ante ese viejo podrido de dólares.
Eurovegas sería una ciudad de casinos, hoteles, cines, restaurantes que atraería inmediatamente a la prostitución y las distintas mafias que ya encuentran en España un hermoso y acogedor lugar donde realizar sus actividades delictivas. 
Eurovegas sólo como proyecto me produce escalofríos. Veremos cuál de las dos ciudades tiene la desgracia de salir vencedora.