Mucha gente en el centro

El hombre y la multitud. Este fenómeno de la multitud ya no es propio solamente de las grandes ciudades. Ahora el centro de las ciudades de provincias también presenta multitudes. La masa no es una cuestión de número solamente, tiene otra cualidad. La masa actual es una multitud que se renueva sin cesar, es un ir y venir de visitantes procedentes de los lugares más diversos del mundo. En la multitud heterogénea de nuestras ciudades (incluso de las ciudades de provincias) pueden oírse los más distintos idiomas. Hace setenta años también había multitudes en las ciudades dormidas de la provincia, con motivo de los festejos o de alguna celebración importante, por ejemplo. Pero era una multitud homogénea compuesta por vecinos del lugar o de los alrededores. Más allá de cien kilómetros apenas se acercaba algún viajero profesional. Hoy es distinto: en el centro de las ciudades no habita ya nadie. El exceso de turistas implica el desierto vecinal. Estamos ante una gran transformación de las ciudades pequeñas: negocios sin alma de grandes cadenas internacionales y esa masa dinámica de gente de paso que llega en aviones o trenes de alta velocidad para irse tres días después. 

Con Bresson o Pasolini

En las mejores películas de Bresson o Pasolini pareciera que estos dos directores les dijeran a los actores: "interpretad lo peor posible, que se note que estáis actuando y no sabéis hacerlo". Lo curioso es que con esas puestas en escena tan acartonadas, tan torpes, los dos directores de comediantes amateurs consiguen realizar obras de arte cinematográfico. 

Los estoicos están de moda

Echando una ojeada a las estanterías de filosofía en las librerías se puede constatar que los estoicos están de moda. Se multiplican las ediciones de Marco Aurelio, de Séneca y de Epicteto. Se les considera un derivado de los libros de autoayuda. Una doctrina para tiempos difíciles. Supongo que comenzaron a estar de moda durante la pandemia. Los antiguos (Pascal los consideraba jóvenes, los antiguos somos nosotros) tienen mucho que susurrarnos a través de los siglos. Puede que Séneca o el emperador antonino no conocieran los dinosaurios ni el electromagnetismo ni la forma en que la vida se propaga por medio del ADN, pero en cuestiones de moral son nuestros maestros y nuestros contemporáneos. Nos enseñan a vivir y a vivir con la inminencia de la muerte sin que esa idea nos abrume. Serenidad y lucidez. Serenidad conquistada. Y esto nos lo enseñan no como si los males no fueran con ellos, sino que discuten, reflexionan, también temen pero se esfuerzan por vencer el temor a los avatares del destino (desgracias de toda clase: pobreza, enfermedad, muerte prematura, deshonra, exilio, guerra...) y el temor a lo inevitable que es la muerte. La vida es corta, puede terminarse en cualquier momento. Pensamientos de un muerto milenario que habla a los vivos... que pronto estarán muertos. Quevedo también nos sirve. Cualquier escritor barroco nos sirve: Gracián, Bossuet, John Donne. Pero aquellos romanos (Epicteto era griego pero vivió en tiempos de Domiciano) son los padres de éstos. 

Dilema del turismo

Las regiones más pobres de Europa conservaron hasta ahora ese sabor antiguo, primitivo que entusiasma al turismo. El atraso es bueno para el turismo. Regiones como Asturias o Extremadura en España; el sur de Italia, o países como Albania comienzan a estar en el foco del muy goloso negocio del turismo. Fueron regiones muy pobres y atrasadas: ahora les caerá encima la avalancha de turistas que buscan lugares "idílicos" y "auténticos" hasta que se cansen y cambien estos por otros destinos. Cuando terminen de ensuciarlos y los estropeen hasta dejarlos irreconocibles los abandonarán. Al final esas regiones desérticas serán doblemente desahuciadas: la primera vez fue por sus gobiernos centrales y la segunda por el turismo de masas.